Rosendo Fraga (h)
Director de Análisis e Investigación en gormanlee.com
Hace cuatro años la universidad suiza de St. Gallen y otras instituciones emprendieron el proyecto de crear un índice que fuera capaz de clasificar a las élites de los países, de acuerdo a cuánto valor generan o extraen de sus sociedades. El Elite Quality Report (EQR) 2023, que se difundió a comienzos de mayo, representa la consolidación de este intento y la tercera edición en incluir 151 países, lo que nos permite trazar algunas tendencias. Antes de arrancar vale aclarar que el EQR, que es un trabajo más académico que divulgativo, define a una élite como un grupo estrecho y coordinado que ejecuta los modelos de negocios que más ingresos generan en una economía y que son capaces de acumular riqueza con éxito.
De acuerdo al reporte de este año, la élite argentina obtuvo un puntaje de 46.7, similar a la valoración que se tiene de las élites en Benín (46.8), Costa Rica (también 46.7), Bangladesh (46.6) o Togo (46.5). Con este puntaje -que se nutre de 134 variables- la Argentina logró ubicarse en el extremo superior de las élites de calidad media, es decir, por debajo de las de muy alta calidad, alta calidad y las de calidad, pero por encima de las élites consideradas rezagadas, que es el último grupo de este índice. Para el EQR, una élite se considera de alta calidad cuando los modelos comerciales que ejecuta crean más valor para la sociedad del que se apropia. Al contrario, una élite será de baja calidad cuando opere modelos en los que el valor que extrae es mucho más alto que el valor que aporta.
No obstante, aunque los países con los que se compara a la élite argentina en 2023 hará arquear las cejas a más de uno, hay espacio para ver el vaso medio lleno. Este nuevo puntaje representa el tercer año consecutivo de mejora, algo que puede observarse nítidamente si tomamos la posición que ocupó en la tabla, antes que el puntaje.
Por ejemplo, en 2021 -año en el que el Elite Quality Report incorpora los 151 países que mide actualmente- la Argentina ocupó la posición 116°, entre las élites de Malí (115°) y Sri Lanka (117°). Además, estaba a ocho puestos de considerarse una élite rezagada, grupo que en ese entonces encabezaba Venezuela (125°). Al año siguiente, en 2022, sube nada menos que veinticinco posiciones (de la 116° a la 91°), y para esta última edición avanzó otras doce, hasta la ya mencionada 79° y a sólo tres de cruzar el umbral que separa a las élites medias de las de calidad, que en América Latina hoy representan diez países encabezados por Chile (31°). Puesto en el contexto regional, el progreso también es evidente: la élite argentina era la anteúltima entre las de calidad media en América Latina en 2021 y ahora es la segunda.
Como todo en la vida, el vaso medio vacío está representado por el NextGen Value Creation Barometer, un subproducto del EQR creado en 2022 que pone el foco en 33 variables que miden la creación de valor no solo para las generaciones actuales, sino especialmente para las jóvenes y futuras. Dicho de otro modo, mide el grado en que estas élites están satisfaciendo las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de hacer lo propio.
Desde esta perspectiva, la élite argentina ocupó la posición 91°, diez menos que la alcanzada en la primera medición de 2022. Aunque en los pilares que miden la innovación, la salud, el bienestar, la educación o el capital humano de este Barómetro se observa una mejoría bastante modesta respecto a 2022, la razón más importante de la caída está en el pilar de Ecología y Capital Natural, donde el país pasó del puesto 89° al 124°. Las variables de esta categoría cuantifican en qué medida los modelos comerciales de la élite dominante agotan o preservan los recursos naturales y los ecosistemas para las generaciones futuras.
Aunque esta incongruencia entre lo que las élites generan en el presente y su incidencia negativa en el futuro no es inhabitual (Estados Unidos, por ejemplo, ocupa la posición 21° en el EQR y la 76° en el Barómetro), sí puede representar, y quizás especialmente, un llamado de atención a otra élite muy cuestionada en estos días, que es la política, y su capacidad para regular estos modelos comerciales y económicos que aportan (o extraen) valor en el presente.
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